Mujer, desde que te amo vivo más en la tierra;
las huellas de mis pies son más profundas;
y desde que te amo me duelen dos dolores:
el dolor de verte y el dolor de no verte.
Por eso en tu presencia no sé como ponerme;
de aturdido no encuentro posición;
y mi corazón se agranda de tal modo,
que al caminar tropiezo con mi corazón.
Yo no sé que hacer;
me lastima el amor;
y de un modo tan vivo, de un modo tan duro
que tengo las manos callosas de ahogar el dolor.
Para bien, para mal, siempre te nombro;
aunque te bendiga y aunque te maldiga.
Mi boca necesita de tu nombre
como de la saliva.
Nombrándote
mi pena se achica, mi dolor amengua;
de tanto repetirlo noche y día
lo siento escrito en la lengua.
Y con todo, sonrío, ¡pero cómo da pena!
-¡Para qué te abré visto la vez que te ví!-
Mi sonrisa es forzada y me pesa
como una cadena;
y tengo los ojos mellados
de clavarlos en tí.
Autor: Fernán Silva Valdés
Por eso en tu presencia no sé como ponerme;
de aturdido no encuentro posición;
y mi corazón se agranda de tal modo,
que al caminar tropiezo con mi corazón.
Yo no sé que hacer;
me lastima el amor;
y de un modo tan vivo, de un modo tan duro
que tengo las manos callosas de ahogar el dolor.
Para bien, para mal, siempre te nombro;
aunque te bendiga y aunque te maldiga.
Mi boca necesita de tu nombre
como de la saliva.
Nombrándote
mi pena se achica, mi dolor amengua;
de tanto repetirlo noche y día
lo siento escrito en la lengua.
Y con todo, sonrío, ¡pero cómo da pena!
-¡Para qué te abré visto la vez que te ví!-
Mi sonrisa es forzada y me pesa
como una cadena;
y tengo los ojos mellados
de clavarlos en tí.
Autor: Fernán Silva Valdés